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martes, 2 de junio de 2009

De adagios y algo más

Mi tía Silvia tuvo una vida muy dura. A pesar de eso, nunca se dio por vencida y hasta el último día buscaba cualquier motivo para reirse, inclusive de sus propias desgracias. Una de las cosas que más recuerdo de ella, es que ella siempre tenía una frase que resumía, muy sarcásticamente, su propia realidad. Entre las cientos -o quizás miles- de frases que me dijo, dos me siguen impactando a diario, no sólo por su veracidad, sino por su universalidad.
Hoy quiero escribir sobre una de ellas: "no hay que tenerle miedo a la gente mala, sino a la gente bruta. La gente mala siempre va a hacer cosas malas, pero uno nunca sabe con qué te va a a salir una gente bruta". Si ella tuviera una cuenta en la que depositar dinero cada vez que compruebo la veracidad de su adagio, ya la SUDEBAN la hubiera mandado a investigar por la magnitud de los fondos! Resulta sorprendente la cantidad de gente bruta que va por el mundo, publicitando su ignorancia a cielo abierto. Lo que más me sorprende, sin embargo, es la tozudez de esa gente; el no querer aceptar los propios errores sino justificarlos como aciertos, y el negarse a aprender o conocer nuevos y mejores modus operandi. Gente que se autocompadece de sus males y se ahoga en un vaso de agua, sin darle la más mínima oportunidad a otros -un poco menos brutos- de mostrarles una vía alterna con mayores posibilidades de éxito.
"Si no lo conozco yo, no existe". Si bien no se lo he escuchado decir a nadie todavía, pareciera ser el leit motif de muchos a mi alrededor. Y es que la muchas de las personas con quienes he tenido contacto últimamente, parecieran querer querer andar sólo sobre las huellas de quienes pasaron antes, sin importar qué tan bien les fue a aquéllos. Es como si vivieran con miedo a descubrir mundos nuevos (que más de uno hubiera estado dispuesto a convencer a Isabel de Castilla no sólo de que la tierra era plana, sino que llegaba sólo hasta donde se podía ver.....incluyendo las 5 dioptrías de miopía). Es que se conforman con lo que medio oyeron, con apenas una oración que pudieron medio leer en un pedazo de periódico viejo que el viento trajo hasta la puerta, con lo que les contó aquél, con lo que estuvo a punto de pasarle al otro...
Lo más arrecho es que apenas aparece en escena alguno un tanto más osado, uno que se atrevió a romper el paradigma y husmear un poco más allá, al principio lo escuchan con fascinación durante unos segundos, para luego mirarlo con desdén, caer en el habitual letargo y dejarse llevar por años y años de brutalidad codificada y almacenada entre las dendritas más minúsculas, característica que se han ido pasando de generación en generación.
Mientras tanto, otros (muy pocos) un tanto más hábiles y atrevidos van haciendo y deshaciendo, van aprendiendo, formando y decidiendo, pero sobre todo, van cargando sobre su espalda el peso de tanta ignorancia acumulada.

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