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miércoles, 3 de abril de 2013

De tú a tú


Mira chica, quién lo iba a decir! Aquí estoy yo hablándote  después de tantos años. Nunca antes me había atrevido a hacerlo, y mucho menos en público.Es verdad, tienes razón. Tú ya estabas con él cuando yo lo conocí, pero eso no quiere decir que él te quisiera, y tú lo sabes. Él estaba contigo porque no le quedaba más remedio; y yo, simplemente me decía a mí misma “son cosas del destino” .  

Te confieso que lloré muchísimo por tu culpa. Es que, sabes? no había una sola cosa que pudiéramos planificar sin tener que pensar en ti primero. Oye chica, uno se cansa! Es que tú nunca supiste respetar nada, ni celebraciones, ni momentos de relax (ni hablar de los momentos íntimos). 

Estabas siempre allí, al asecho, y cuando uno menos se lo esperaba, zas!, te presentabas bien oronda y sin invitación. Tú sabes cuántas fiestas me perdí, cuántos bailes suspendí y cuántas risas paré de sopetón por culpa tuya? Te paraste a pensar por un instante en lo que él sufría con esa situación? Te importaron en algún momento sus hijos, su futuro, su vida?. 

Nooo vale, eso no se le hace a nadie, y  menos a él que siempre ha sido más bueno que el pan con hambre, noo chica! 

Es que si por un momento tú te hubieras preocupado por verle la cara de frustración cuando me decía “mi amor, no se puede ahora. Ella está aquí” o cuando le tenía que decir a sus hijos “papito, ahora no podemos jugar fútbol, será en otro momento”, sin poderles explicar realmente lo que estaba pasando porque ellos, tan pequeños no lo podían entender. ..no sé si hubieras tenido un poco más de compasión. Egoísta! Una y mil veces egoísta! No sé si eras consciente de lo que hacías, (realmente lo dudo, porque conciencia como tal, no tienes)  o si simplemente es que te gusta regodearte en el sufrimiento ajeno. 

Sólo te digo que aunque  tú te arraigaste en su corazón, siempre he sido yo la que recibe su amor. Aunque tú te empeñas en no dejarlo ni a sol ni a sombra, él sólo quería pasar el tiempo con sus chamos. Mientras tú quieres su vida, él solo quiere dormir conmigo. 

Busqué ayuda en todas partes y nos asesoramos científica y hasta legalmente. Invertimos mucho tiempo y un  dineral y tuvimos que hacer uso de métodos muy sofisticados, pero valió la pena. Me acuerdo cuando vimos al especialista y después de echarle todo el cuento de lo que tú estabas haciendo, nos dijo que el sólo no podía con eso y que tendría que buscar un grupo de profesionales para ayudarlo.Vino el primer intento en tu contra. Creímos que te habíamos vencido pero a los tres meses volviste con esa cachaza tan característica. Tú como que creíste que ya nos dábamos por vencidos, pero ya decididos  a acabar contigo a cualquier costo, contratamos el segundo y certero ataque que te fulminó.  

No fuiste un enemigo fácil, pero pudimos contigo.  Hoy ya no estás en su corazón y no interfieres más en nuestras vidas, pero no pensamos bajar la guardia y al menor intento de regresar te enfrentaremos con fuerza. Y ni se te ocurra meterte con mis hijos porque no sabes lo que somos capaces de hacer!Ahora  te puedo llamar directamente por tu nombre completo  sin sentir ese dolor tan grande al pensar que estabas con él y puedo explicarle a la gente cómo llegaste a su vida y cómo pudimos salir de ti.

Arritmia Ventricular no Sostenida…cuánto me hiciste sufrir y cuánto añoré el momento en el que te pudiera decir adiós.

No vuelvas más.

martes, 4 de octubre de 2011

La Torta!!!

Bueno, resulta y acontece – como diría un querido amigo – que después de vieja me metí a refistolera y a estar inventando hacer vainas que jamás me han salido bien. Rememorando mis tiempos de ama de casa en Italia y aprovechando las circunstancias que actualmente me toca vivir, gran parte de mis fines de semana la paso disfrutando de los aromáticos vapores que emanan de las cacerolas de mi cocina. Para decirlo en criollo, me toca estar con la barriga pegada al fogón cocinando para toda la semana.

Este fin de semana pasado, supongo que algo se fermentó en la cocina (y yo me lo comí o tomé), porque la verdad es que entré en una especie de trance que me hizo creer que sería capaz de hacer una torta decente. Prácticamente sin darme cuenta, estaba yo allí en mi cocina, rodeada de harina, azúcar, huevos y vainilla, casi-casi igual que Kristina Wetter en los micros esos que ella hace en la televisión (claro, salvando las distancias porque mi cocina no es state-of-the art como la suya, ni tengo tanta mariquerita de esas para medir, verter, esparcir, etc), y con su misma sonrisa en la cara, comencé a batir, mezclar y hornear un ponqué.

Qué les puedo decir? Sin entrar en detalles les comento sólo por encimita que nunca antes me había percatado de que la harina leudante crece, y crece, y crece – será por nunca haberla usado que siempre mis tortas fueron pasmadas y chatas? bueh!– y, pudiera ser, que se me haya pasado un poquito la mano llenando los huequitos del molde. Lo cierto es que lo que yo, de lo más metida en mi personaje de Bree Van de Kamp, visualizaba como unos ponquecitos perfectamente rectangulares, doraditos y esponjosos, resultó en una enorme masa amorfa, más parecida a la cara de Davy Jones que otra cosa. Detalle aparte, la humareda que salía por las rendijas de la cocina producto de las gotas de mezcla para torta que chorreaban por los lados del molde hasta la ardiente plancha inferior del horno. Menos mal que no hay detectores de humo en la casa, porque de haberlos tenido, hubieran llegado como mínimo, tres camiones de bomberos!

Finalmente la torta estuvo lista. La intención era regalarle un ponquesito home-made a mi amiga cumpleañera en la oficina, pero dado que después de luchar para desmoldar esa enorme masa amorfa que se pegó a cada uno de los centímetros del molde, lo que quedó de la torta fue una auténtica cagada, tuve que salir corriendo a comprarle un detallito para no llegarle con las manos vacías en tan importante fecha!

Ah…C’est la vie! Al final de la tarde invité a mis hijos y mi esposo a merendar ponqué con Toddy. La cara de Fabrizio fue más que elocuente al preguntarme “mami, qué es esta cosa que me pusiste en el plato?” La verdad es que él se lo perdió, porque sí, es cierto que es quedó indefinible, pero de sabor es un manjar de dioses.....que por lo visto tendré que comerme yo sola!

martes, 15 de marzo de 2011

La negrita (sin connotaciones racistas)

Ah negrita pa’ petulante carajo! Y para que vean cómo es esta vida de loca, por esa negrita me ha tocado sudar lo que se llama la gota gorda.

Llegó agosto, y la negrita llora que llora porque no la dejaban montarse en el avión. No tenía una invitación oficial (que no al condumio, sino al país). Gestor pa’cá y gestor pa’llá…nanai, nanai. Sin carta no hay paraíso, le decían en el aeropuerto. Ni modo, pa’trás otra vez y por este lado la cosa como en una olla de presión. Qué hacemos, qué hacemos?... gimoteaba la interesada, hasta que después de un “brainstorming” dimos con la solución: Titi le hace la invitación!

Si la hubiera conocido, no la habría invitado un coño!, pero hasta ese entonces, mis encuentros con la susodicha habían sido meramente telefónicos. Redacté la carta, busqué la firma del abogado y cogí para la notaría. En una semana, la negrita estaba en Caracas.

La conocí en persona apenas pisó la patria de Bolívar. Enjuta ella, con ojos saltones y docenas de trencitas en su corta, escasa y ensortijada cabellera.

Sus primeras palabras no fueron de agradecimiento; más bien fueron un rosario de quejas y recomendaciones porque “tuve que pasar varios días en Bogotá sin dinero; me tuve que levantar a las 4 de la mañana dos veces seguidas pa’coger el bus!; la chica del aeropuerto me trató mal; la próxima vez me tienen que buscar un vuelo más directo”, y no sé cuántas pendejadas más…como si esa vaina fuera culpa mía!!!

No le paré, porque a la final ya había pasado el trago amargo. La señorita estaba aquí, finalmente, y eso era lo que importaba.

Llegó diciembre, y en medio de la celebradera y algarabía propias de la época, llamó otra vez la negrita llorando. Era perentoria su presencia en Colombia y había que hacer los arreglos pertinentes en cuestión de horas. Había sólo un pequeño detalle: la bendita invitación otra vez! No daba tiempo de que se la llevara y no había fecha cierta de regreso, así que sólo nos tocaba embarcarla sin carta y enviársela después.

Comenzó la letanía de nuevo: “que si voy a tener que tomar el bus de madrugada de nuevo; que si me tiene que buscar un vuelo más directo porque eso de esperar en el aeropuerto me fastidia; que cómo voy a hacer para buscar la carta…” Y yo allí, apretando los labios para no mandarla a lavarse el paltó.

Segunda ronda en la notaría...Pasó diciembre y le llegó la carta. En enero regresó y yo juraba que ya todo había terminado, que mi contacto con ella se limitaría a una llamada eventual y a un frío saludo en la oficina o en los pasillos del colegio…hasta ayer!

Empapada en lágrimas vino de nuevo. Ahora sí, ahora sí, llegó la hora. Nuevamente la urgencia y delicadeza del caso requieren de su presencia en el hermano país. “Pero otra vez?-le dije- si en junio ya te vas definitivamente!” ”Sí –me contestó sin levantar la mirada- necesito cuatro semanas; ni una menos. Tengo que irme mañana mismo”. No hubo argumentos que la convencieran de lo contrario, se tenía que ir a como diera lugar.

Yo me decía a mí misma: “tú me tienes que estar jodiendo, pana!” y en medio de la retahíla de justificaciones, golpes de pecho, sentimientos de culpa mezclados con el deber y demás hierbas aromáticas, desperté de mi pseudo-letargo y recordé que en junio se regresa definitivamente a su casa. Le dije: “OK, yo te hago los trámites y la bendita carta, pero no te puedes ir hasta que tengas la carta en las manos; o sea, el sábado, como muy pronto”.

Y así transcurrió mi mañana de hoy, entre abogados y notaría, timbres fiscales y colas, para legalizar una mentira piadosa que le permita a la negrita regresar por última vez! Ya terminé los trámites; el viernes me entregan la susodicha carta. El sábado se van la negrita y la carta, para venir -por última vez- el 10 de abril.

Y ustedes dirán: pero qué poder tiene esta negrita, no? Y aquí es donde viene la dicotomía de sentimientos: a la negrita no la trago, pero es la ayuda doméstica de mi jefa. Cuando mi jefa no la tiene en casa, su vida se vuelve un desastre y por ende, la mía también. Mi jefa, quien carece de status de residencia en Venezuela no la puede invitar para que la dejen entrar…A la final el favor lo hago para salir menos perjudicada posible, pero qué duro se me hace, carajo!

El 16 de junio se va mi jefa y con ella se va la negrita y se acaban las cartas de invitación.

A mi jefa la voy a extrañar.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Aventura!!!


Unas semanas atrás, mi hija me invitó a que la acompañara a un paseo con la empresa organizadora de campamentos vacacionales con la que ella trabaja. Aunque la idea de ir a Caucagua en autobús no me volvía del todo loca, decidí acompañarla y así conocer de cerca su entorno laboral. Dicho esto, un sábado nos encaminamos puntualmente hasta el Parque del Este para allí reunirnos y tomar los autobuses que nos llevarían a nuestro destino. De más está decirles que yo no conocía a nadie en esa vaina. Algunos papás se saludaban esquivamente, mientras que los guías (o sea, los compañeros de mi hija) se saludaban con besos y abrazos tan efusivos que me hicieron recordar el reencuentro con mis compañeras de colegio; claro, nosotras teníamos casi 26 años sin vernos, mientras que ellos tenían máximo tres días sin verse puesto que habían trabajado prácticamente toda la temporada juntos. Verónica tuvo la delicadeza de presentarme a una señora, más o menos contemporánea, quien en principio pareció ser mi salvación.
Los adultos nos montamos en un autobús. Seguidamente, se montaron un par de guías con un “hola!!!, verdad que este es el autobús más divertido del paseo? Durante el viaje vamos a jugar unos juegos muy divertidos”…Bueno, así sería nuestra cara, que las pobres niñas se sentaron en el último asiento y no volvieron a hablar sino cuando nos bajamos en Caucagua. Dios!!! Si tan sólo la señora que me presentó Vero hubiera hecho lo mismo!!!

Una vez en Caucagua, comenzó la tórrida jornada. Los humanos desayunamos y los zancudos comenzaron a hacer lo mismo con todos nosotros….qué masacre! A eso de las 11:30 de la mañana, comenzó lo que más temía: los juegos en equipo…y la señora seguía hablando. La primera paliza la llevamos en bolas criollas. A las cuatro ineptas (Vero, mi persona, la señora que nunca se calló y su hija) nos tocó jugar contra el trabuco de Caucagua. Para no herir más mi ego, sólo les contaré que nuestro partido duró algo así como tres minutos y medio y la puntuación no nos fue favorecedora para nada. No importa, por lo menos nos divertimos…y la señora seguía contando sus anécdotas.

Cerca de la una de la tarde, ya exhausta por el calor y los juegos, divisé a lo lejos un carrito de perros calientes. Lo malo fue que al igual que yo, lo hicieron los no-sé-cuantos-cientos muchachos que estaban en el campamento, así que quedé como de penúltima en la cola. Recordando viejos tiempos de colegio y poniendo cara de pendeja, poco a poco me fui coleando hasta que llegué a la ansiada meta. Nunca pensé que llegaría a ser tan popular en tan poco tiempo. De inmediato, como una docena de chamos comenzaron a llamarme: mamá de Verito, mamá de Verito…pásame un perro, please! Y así comenzó una cadena de corrupción que terminó cuando vi a uno de los coordinadores del campamento que venía en nuestra dirección y yo, valientemente y con la misma cara de pendeja, emprendí mi huida hacia la derecha.

Eran cerca de las 3 de la tarde cuando nos tocó ir a la cancha de Paintball. Allí estaba yo, flanqueada por los tres corpulentos miembros de mi equipo, bajo la mirada de odio de mi hija, a quien “desprecié” vilmente al unirme a un equipo de puros hombres! De bolas! Con esa paliza que nos dieron en bolas criollas tenía que cambiar a mis compañeros; además, en este equipo no estaba la señora Duracell (la que no se callaba nunca). Bueno, me encasqueté el equipo de protección y me dirigí al campo cual Rambo. Claro, una vez en el campo dejé de sentirme como él para sentirme como Ellie, la mamut hembra de la Era de Hielo 2 que se creía rabipelado. En todo el campo había dos escondites: un pedazo de tubo de concreto y un arbusto…adivinen detrás de cuál me tocó esconderme a mí? Ajá! Entienden el símil? Comenzaron los tiros y creo que la cuarta vez que dispararon me dieron el primer pepazo…sí, precisamente en la parte que más sobresalía del árbol. Aquí entre nos, menos mal que me hirieron en la primera, porque la verdad es que el equipo olía a muerto y la máscara esa no me dejaba respirar.

Salí de allí herida pero contenta. Mi hija se sentía orgullosísima de que su madre hubiera entrado en el campo de batalla y eso, señores míos, no tiene precio! “Mami, te duele? Busco hielo?...de pana se pasaron vale!, no ven que es mi mamá? Qué ratas, le dispararon a traición” Ah! Nada como cinco minutos de fama para subirle el ego a cualquiera! La señora reapareció con su verborrea habitual.

Muchos pensarán que con este episodio acabó la jornada, no? Jajaja! No, lo peor vino después. Un atormentante en insistente pito nos decía que debíamos formarnos para recibir las instrucciones de nuestra última misión. Debíamos averiguar quién, cómo y cuándo había matado a un Sr. X. Para ello, debíamos correr de pista en pista e ir descifrando los enigmas. Traducido al castellano, había que correr en cambote de puesto en puesto y cumplir penitencias para tener derecho a una pista. Que a que no adivinan? Sííí, las penitencias las teníamos que cumplir los padres, yupi! En menos de media hora, tuve que cantar, recitar, bailar, imitar, correr, saltar e implorar por una pistica que me diera una luz sobre cuál de los veinte sospechoso era el asesino. Yo estaba realmente agotada, física y moralmente. Ya no podía más con otro “agachaíto”, ni con “ayayay que manía tengo”, ni mucho menos podía cantar “la elefanta Beatriz” ni “los majitos traca-traca” otra vez. No sé cómo, pero de repente estaba de primera en otra cola; esta vez para el almuerzo de verdad. Allí me llegó la noticia de que todo el ridículo que había hecho minutos atrás había valido la pena: nuestro equipo ganó la competencia. El premio? Una caja de bombones Ferrero Rocher que nos repartimos como entre veinte personas.

Más tarde vinieron los premios. Vero logró su merecido ascenso luego de tres años y yo lloré (como debe ser) cuando vi el video de su trayectoria en Aventura.

A las 11 de la noche nos tocó abordar el autobús que nos traería de regreso a Caracas. La señora Duracell se montó de nuevo a mi lado y obviamente, no se calló ni un segundo.

Yo llegué destruida, con un morado en una nalga, mil picadas de zancudo, mojada de sudor (el calor no me la puso fácil) y atormentada por el empeño de la señora Duracell en hacerme sentir como una madre ausente (lo cual no logró) por no estar con mi hija las 24 horas del día acompañándola en todas sus actividades, pero satisfecha con los resultados de la jornada, orgullosa por los logros de Vero y feliz por haber pasado con ella un día tan colorido.

Ah! Y saben qué? Vero me agradece que sea como soy “mami, esa señora es una ladilla! Nunca deja a la hija en paz. Menos mal que tú no eres así.”

martes, 7 de septiembre de 2010

Pásenme un rollo de papeeeeeel!!!!!!

Desde chiquitita me ha venido acompañando una especie de karma que se manifiesta, muy especialmente, en los momentos de mayor apuro de mi vida; es decir: cuando voy al baño. No se asusten que no voy a salir con ninguna atrocidad!
No importa a cual baño vaya, ni importa cuántos cubículos tenga ese baño. “Impepinablemente” , el que yo escoja para entrar va a ser el que no tenga papel. Eso lo pueden escribir! Ustedes se reirán, pero de verdad, no pasa un solo día del año sin que yo tenga que cambiar el bendito rollo de papel sanitario en algún lado, o por lo menos avisarle a quien le toque hacerlo. En mi casa hay tres baños; el que yo escoja para mis necesidades, es siempre justamente el que no tiene papel…francamente!
Me acuerdo de los viajes en ferry a Margarita, aquellos camastrones que se tardaban como seis horas desde Puerto la Cruz en los que el baño quedaba en la mitad del pasillo entre los asientos y el restaurant. Siempre había una tipa en la puerta del baño de damas, cuya única función era hacer rollitos de papel higiénico para dárselo a quienes iban a hacer uso del baño. Pues qué creen? Invariablemente, al llegar yo, tenía que esperar a que fueran hasta la otra parte del barco a buscar más papel…y yo aguantaaaaando con las piernas cruzadas. Ojo, digo única función porque limpiar los baños como que no era con ella, pero eso es tema para otro post.
No recuerdo ningún baño con papel en el colegio, aunque mis compañeras me dicen que sí había de ese que parece papel de lija gris, y en la universidad……pues creo que la matrícula no era suficiente para comprar papel para todos los baños porque en cinco años, creo que tuve el privilegio de encontrar papel unas dos o tres veces nada más!
Con la invención de los maxi-rollos esos que hay ahora en todos los baños públicos, llegué –ilusamente- a pensar que mis problemas habían terminado. Jajaja! Qué lejos estaba yo de la realidad. Ahora es peor la vaina, porque llego al baño y como veo papel colgando por la abertura del monstruo ese donde ponen el maxi-rollo en cuestión, entro con toda la confianza del mundo, pero después de hacer equilibrio, apuntar, etc., cuando llega el momento de la verdad y halo el papel….. quedan dos cuadritos y medio que no alcanzan ni para secarse una gota de sudor!!! En el último mes me ha pasado esa vaina tres veces en el baño del trabajo, cooooñooo!
Yo me dejé ya de mariqueras y ahora cargo en el bolsillo mi paquetico de kleenex y cuando me vuelva a pasar, voy a cantar victoria y le diré al baño: tú a mi no me jodes!!!
Pero en serio, cual es la probabilidad de que a uno le toque ese maxi-rollo vacío? Son kilómetros de papel….por qué carajo se tiene que acabar justo cuando me toca a mí entrar en el baño?

martes, 29 de junio de 2010

lo logré...otra vez!

Este va a ser cortico. Sólo para comentarles que la complicación no es exclusiva de los habitantes de mi Macondo meridional (Polignano), Noooo! La vaina es genética! Yo pensé que al llegar a mi terruño ya me podía ir olvidando de las tragedias y ahogaderas en un vaso de agua de los italianos y que me tocaría lidiar de nuevo con las incompetencias y chaveztialidades de mis coterráneos, pero no fue así. Había pasado por alto el pequeño detalle de los documentos que van y vienen a través del consulado.

Conseguir a tiempo las notas de 2do grado de mi hijo fue más complicado que sacar un permiso para visitar una una estación espacial. Desde solicitudes por escrito directamente en Polignano con un mes de antelación, pasando por las continuas ausencias del director del colegio (única persona con autoridad suficiente para permitir la emisión de la boleta dos días antes de la fecha oficial de entrega de la misma) y carreras de mi buen y abnegado esposo pocas horas antes de abordar el avión, hasta la dejadez, mala atención y falta de respeto de la encargada de asuntos educativos del Consulado Italiano en Caracas. Pero como siempre, lo logré nojoda!

Pese a todas las adversidades, sorteando todos los obstáculos y desafiando hasta las opiniones de los más entendidos en la materia, quienes me aseguraban prácticamente con una mano en la biblia que lo que yo necesitaba no lo iba a poder encontrar ni en el sarcófago de Tutankamon, pude al fin conseguir por escrito la información que tanto anhelaba...y gratis!

La mujer del consulado hizo algo que muchos de sus connacionales intentaron en vano durante un año: logró sacarme de mis casillas, haciéndose merecedora de un estridente y reconfortante "ma vaffanculo"...claro, tomé mis precauciones y en ningún momento le di ni mi nombre ni ningún indicio de mi procedencia...no fuera a ser que me declarara persona no grata, porque ahí si es verdad que se me iba a trancar el serrucho!

sábado, 8 de mayo de 2010

1, 2 3....arriba!

Quienes me conocen, saben que siempre he sido más floja que "beso'e gafo" para hacer ejercicios; que puedo caminar muchísimo siempre y cuando no hayan pendientes de más de 5 grados y que el mundo de los gimnasios, entrenamientos y demás actividades que conlleven saltos, brincos, repeticiones y cualquier cosa que implique sudar, me resulta inhóspito y espeluznante.
Pues bien, les cuento que en un vano intento de probarme a mí misma que las cosas no siempre son tan horribles como uno las percibe, acepté sin titubeos -y hasta con cierta emoción- participar en una sesión de bailoterapia, que con motivo del Día de la Madre organizaron en el colegio donde cursa estudios mi hijo.
Más puntual que de costumbre llegué a la cita, ataviada con ropa cómoda y zapatos de goma. Claro, el pequeño detalle fue que olvidé que para esas cosas no sólo cuenta "la pinta", sino la catajarra de accesorios que hay que llevar: gorra, bandana, muñequera, botella de agua, toalla, licra y top, etc....no llevé nada de eso , así que...primer out!
La mañana transcurrió de lo más animada y emotiva (los niños hicieron un acto bellísimo que me arrancó una que otra lagrimilla), hasta que llegó el momento de "ponelse a sudal".
A las 10:30 de la mañana, bajo una "pepa'e sol" inclemente, nos arrearon -literalmente- hasta las canchas del colegio. Prácticamente sin anestesia, una loca se montó en una tarima, puso una música a todo volumen y empezó a dar brincos y gritos a diestra y siniestra.
Pa'mí que todas esas carajas que estaban allí se metieron una vaina y yo no me di cuenta, porque de repente parecía como que todas hubieran entrado en trance, y cual autómatas de película de ciencia ficción, empezaron a imitar los brincos y los gritos de la loca sobre la tarima. Creo que por efectos de eso que se llama histeria colectiva me dejé llevar por la situación, y en pocos minutos estaba yo también brincando y meneándome en medio del bululú ese.
Se imaginarán cuánto trabajo me costó adaptarme a eso, no? Mi delicada humanidad (para los que no me conocen, mido 1,73 y tengo una contextura robusta -"built like a Mack truck"-, diría un gringo) tratando de seguir la coreografía. Cuando yo por fin lograba que mi cuerpo entendiera que el brazo derecho tenía que ir "pa'rriba y pa'bajo" mientras que a las piernas les tocaba "pa'trás y pa'lante", venía la loca esa y me cambiaba la seña. Y por si fuera poco, a mí no se me ocurrió ponerme en la última fila, sino que de "pepaasomá" fui a ponerme en todo el medio. Mientras yo iba hacia la derecha, se me venía encima el gentío que se empeñaba en ir hacia la izquierda, así que de un brinquito yo me volteaba para seguirlas, pero las muy pérfidas se volteaban también, sólo para hacerme sentir como una inútil descoordinada!
Así me mantuve hasta que se me empezaron a entumecer los músculos, así que dignamente -y antes de que me fuera a caer de boca delante de toda esa gente- decidí retirarme a la banca.
Ja! Desde la banca, y viendo el espectáculo de frente, me di cuenta de que no era yo la única "descuadernada" del grupo. Aunque no lo crean, había varias peores que yo! También me dí cuenta que la habilidad y destreza para seguir los pasos no es directamente proporcional a la vestimenta y accesorios que se lleven, porque sorprendentemente, las regordetas simpáticas con monos y franelas grandotas, se aprenden la coreografía en instantes y gozan su momento, mientras que esas que (se creen que) están buenotas porque están "tuneadas", alo que hacen es perder el tiempo arreglándose la cola, chequeando si tienen el zarcillo bien puesto o si "queman arroz", en lugar de seguir a la loca gritona de la tarima.
No terminé la rutina, pero me divertí un montón y compartí con mi hijo un día distinto.
Hoy me duele hasta el pelo, pero por fin entendí eso que los deportistas llaman 'memoria muscular': es cuando tu cuerpo, a punta de intensos puyasos, después de una intensa sesión de movimientos para alborotar la producción de ácido láctico, va recordando, uno a uno, el nombre de cada uno de los músculos hasta llegar al nunca bien ponderado esternocleidomastoideo.