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sábado, 13 de junio de 2009

Trío de tres


Un vistazo a un mapamundi y de nuevo me ataca esa sensación de lejanía, esa tristeza que viene de a raticos, como para que no me olvide que está allí. Mi cerebro comienza con esa jugarreta de traerme sólo recuerdos placenteros; no sé si es para que estos se fijen en mi conciencia y no salgan de allí jamás, o si es para que los compare con el presente y fije metas para el futuro. Lo cierto es que hoy, paticularmente, he estado pensando en tres personas muy especiales. Todas ellas han sido parte muy importante de mi vida, cada una de ellas en un momento específico. Lo más cómico es que entre sí, no se conocen. Confío en que, sin nombrarlas, sepan reconocerse cada una. Ya me imagino sus caras sonrientes al identificarse!!
Una de ellas fue en algún momento mi confidente, mi pana. La que me acompañaba al baño y la que me apoyaba cuando la maestra (in) justamente me llamaba la atención. Fue ella quien advirtió la mirada pícara de algún compañero de salón y con ella compartí mis más íntimos secretos, que en ese momento se limitaban a un "me gusta X...chama, no estudié nada para el debate.....o la pregunta-confesión: a ti ya te vino?..a mí sí (la regla)". Pasaron muchos años, demasiados, diría yo, antes que la vida, o mejor dicho, la informática nos pusiera de nuevo en contacto. El encuentro fue por demás emocionante. Nos costó un poquito ponernos de acuerdo para reunirnos, tal como ocurría hace tantos años, sólo que esta vez no era porque nuestros padres no nos dejaran salir o no nos quisieran llevar, sino porque nuestras ocupaciones de adultas no permitían que coincidiéramos en tiempo ni espacio. Al final, como cuando niñas, lo conseguimos.
Salto el orden cronológico y llego a la segunda. También mi confidente, sólo que ahora los secretos son más fuertes y las decisiones más trascendentes. Ella, discretamente, sabe que su participación se limita a escuchar, a apoyar y a dar palabras de aliento. Los reproches y los "si yo fuera tú" se los deja a otros porque sabe exactamente cuáles son mis necesidades, mis temores y mis angustias. Está conmigo en una etapa crucial de mi vida, y de la suya también. Tenemos la edad a nuestro favor, y sabemos que contamos la una con la otra. No nos invadimos los espacios y sabemos cuando aguardar en una esquina. Juntas emprendemos miles de locuras. Juntas vivimos angustias, algunas de las cuales hoy son parte del anecdotario y relatamos con carcajadas. Guardamos celosamente nuestros secretos, esos que repasamos brevemente a solas como para dejar muy en claro que guardados es como deben quedar.
La tercera ha sido una constante en mi vida, con sus altibajos normales. Con ella viví los temores típicos de la adolescencia; ese querer ser mujer sin dejar de ser niña, ese despertar a un mundo lleno de libertades que hasta ahora sólo conocíamos de referencia. Con ella viví la época del "chama, qué bolas que mi mamá no me deja ir para X parte...como si yo fuera una bebé!," las escapadas, las primeras "covas" que pensábamos nuestras madres se creerían así no más.
De todas estoy geográficamente distante, pero con todas me siento muy unida. De cada una guardo recuerdos muy lindos y en cada una pienso a menudo. No nos vemos, pero los sentimientos están latentes. Sabemos cómo comunicarnos, tenemos los medios y la voluntad para hacerlo. El cariño sigue intacto, sólo quería que supieran que hoy estuve pensándolas.

martes, 2 de junio de 2009

De adagios y algo más

Mi tía Silvia tuvo una vida muy dura. A pesar de eso, nunca se dio por vencida y hasta el último día buscaba cualquier motivo para reirse, inclusive de sus propias desgracias. Una de las cosas que más recuerdo de ella, es que ella siempre tenía una frase que resumía, muy sarcásticamente, su propia realidad. Entre las cientos -o quizás miles- de frases que me dijo, dos me siguen impactando a diario, no sólo por su veracidad, sino por su universalidad.
Hoy quiero escribir sobre una de ellas: "no hay que tenerle miedo a la gente mala, sino a la gente bruta. La gente mala siempre va a hacer cosas malas, pero uno nunca sabe con qué te va a a salir una gente bruta". Si ella tuviera una cuenta en la que depositar dinero cada vez que compruebo la veracidad de su adagio, ya la SUDEBAN la hubiera mandado a investigar por la magnitud de los fondos! Resulta sorprendente la cantidad de gente bruta que va por el mundo, publicitando su ignorancia a cielo abierto. Lo que más me sorprende, sin embargo, es la tozudez de esa gente; el no querer aceptar los propios errores sino justificarlos como aciertos, y el negarse a aprender o conocer nuevos y mejores modus operandi. Gente que se autocompadece de sus males y se ahoga en un vaso de agua, sin darle la más mínima oportunidad a otros -un poco menos brutos- de mostrarles una vía alterna con mayores posibilidades de éxito.
"Si no lo conozco yo, no existe". Si bien no se lo he escuchado decir a nadie todavía, pareciera ser el leit motif de muchos a mi alrededor. Y es que la muchas de las personas con quienes he tenido contacto últimamente, parecieran querer querer andar sólo sobre las huellas de quienes pasaron antes, sin importar qué tan bien les fue a aquéllos. Es como si vivieran con miedo a descubrir mundos nuevos (que más de uno hubiera estado dispuesto a convencer a Isabel de Castilla no sólo de que la tierra era plana, sino que llegaba sólo hasta donde se podía ver.....incluyendo las 5 dioptrías de miopía). Es que se conforman con lo que medio oyeron, con apenas una oración que pudieron medio leer en un pedazo de periódico viejo que el viento trajo hasta la puerta, con lo que les contó aquél, con lo que estuvo a punto de pasarle al otro...
Lo más arrecho es que apenas aparece en escena alguno un tanto más osado, uno que se atrevió a romper el paradigma y husmear un poco más allá, al principio lo escuchan con fascinación durante unos segundos, para luego mirarlo con desdén, caer en el habitual letargo y dejarse llevar por años y años de brutalidad codificada y almacenada entre las dendritas más minúsculas, característica que se han ido pasando de generación en generación.
Mientras tanto, otros (muy pocos) un tanto más hábiles y atrevidos van haciendo y deshaciendo, van aprendiendo, formando y decidiendo, pero sobre todo, van cargando sobre su espalda el peso de tanta ignorancia acumulada.