Quienes me conocen, saben que siempre he sido más floja que "beso'e gafo" para hacer ejercicios; que puedo caminar muchísimo siempre y cuando no hayan pendientes de más de 5 grados y que el mundo de los gimnasios, entrenamientos y demás actividades que conlleven saltos, brincos, repeticiones y cualquier cosa que implique sudar, me resulta inhóspito y espeluznante.
Pues bien, les cuento que en un vano intento de probarme a mí misma que las cosas no siempre son tan horribles como uno las percibe, acepté sin titubeos -y hasta con cierta emoción- participar en una sesión de bailoterapia, que con motivo del Día de la Madre organizaron en el colegio donde cursa estudios mi hijo.
Más puntual que de costumbre llegué a la cita, ataviada con ropa cómoda y zapatos de goma. Claro, el pequeño detalle fue que olvidé que para esas cosas no sólo cuenta "la pinta", sino la catajarra de accesorios que hay que llevar: gorra, bandana, muñequera, botella de agua, toalla, licra y top, etc....no llevé nada de eso , así que...primer out!
La mañana transcurrió de lo más animada y emotiva (los niños hicieron un acto bellísimo que me arrancó una que otra lagrimilla), hasta que llegó el momento de "ponelse a sudal".
A las 10:30 de la mañana, bajo una "pepa'e sol" inclemente, nos arrearon -literalmente- hasta las canchas del colegio. Prácticamente sin anestesia, una loca se montó en una tarima, puso una música a todo volumen y empezó a dar brincos y gritos a diestra y siniestra.
Pa'mí que todas esas carajas que estaban allí se metieron una vaina y yo no me di cuenta, porque de repente parecía como que todas hubieran entrado en trance, y cual autómatas de película de ciencia ficción, empezaron a imitar los brincos y los gritos de la loca sobre la tarima. Creo que por efectos de eso que se llama histeria colectiva me dejé llevar por la situación, y en pocos minutos estaba yo también brincando y meneándome en medio del bululú ese.
Se imaginarán cuánto trabajo me costó adaptarme a eso, no? Mi delicada humanidad (para los que no me conocen, mido 1,73 y tengo una contextura robusta -"built like a Mack truck"-, diría un gringo) tratando de seguir la coreografía. Cuando yo por fin lograba que mi cuerpo entendiera que el brazo derecho tenía que ir "pa'rriba y pa'bajo" mientras que a las piernas les tocaba "pa'trás y pa'lante", venía la loca esa y me cambiaba la seña. Y por si fuera poco, a mí no se me ocurrió ponerme en la última fila, sino que de "pepaasomá" fui a ponerme en todo el medio. Mientras yo iba hacia la derecha, se me venía encima el gentío que se empeñaba en ir hacia la izquierda, así que de un brinquito yo me volteaba para seguirlas, pero las muy pérfidas se volteaban también, sólo para hacerme sentir como una inútil descoordinada!
Así me mantuve hasta que se me empezaron a entumecer los músculos, así que dignamente -y antes de que me fuera a caer de boca delante de toda esa gente- decidí retirarme a la banca.
Ja! Desde la banca, y viendo el espectáculo de frente, me di cuenta de que no era yo la única "descuadernada" del grupo. Aunque no lo crean, había varias peores que yo! También me dí cuenta que la habilidad y destreza para seguir los pasos no es directamente proporcional a la vestimenta y accesorios que se lleven, porque sorprendentemente, las regordetas simpáticas con monos y franelas grandotas, se aprenden la coreografía en instantes y gozan su momento, mientras que esas que (se creen que) están buenotas porque están "tuneadas", alo que hacen es perder el tiempo arreglándose la cola, chequeando si tienen el zarcillo bien puesto o si "queman arroz", en lugar de seguir a la loca gritona de la tarima.
No terminé la rutina, pero me divertí un montón y compartí con mi hijo un día distinto.
Hoy me duele hasta el pelo, pero por fin entendí eso que los deportistas llaman 'memoria muscular': es cuando tu cuerpo, a punta de intensos puyasos, después de una intensa sesión de movimientos para alborotar la producción de ácido láctico, va recordando, uno a uno, el nombre de cada uno de los músculos hasta llegar al nunca bien ponderado esternocleidomastoideo.