Iba caminando por la sabana, quejándome de todo, lamentándome por la sequía, o por la lluvia, o por ambas. La caminata se hacía siempre cuesta arriba, el panorama era siempre el mismo y cada amanecer traía consigo nuevas quejas y lamentos: el pasto se secó, la parcela se inundó, la cosecha ya no es tan abundante..en fin. Soñaba con echar a correr hasta llegar a otra parte, a otra sabana en la que no hubiera tanto peo. Paradójicamente, ese sueño me quitaba el sueño.
Yo sabía que lejos de allí, había una parcela enorme. Allí había un burro tranquilito, amarrado al tronco de un árbol. El dueño del burro intuyó mi sueño, y gentilmente me cedió el burro para que no se me hiciera tan difícil llegar a donde soñaba. Se me ocurrió la brillante idea de montarme en ese burro a ver pa’donde me llevaba…si es que el condenado bicho me llegaba a llevar a alguna parte. Repentinamente eché a correr hacia el burro, lo alcancé, y después de un par de intentos, el condenado por fin dejó que me encaramara encima de él.
Una vez que me monto en el burro, lo que me queda es arrearlo. Eso sí, arrearlo es toda una ciencia, y créanme que de las más complejas! Halo por aquí, le hablo por allá, una patadita en la panza nunca está de más; sin embargo, el bicho no responde a la velocidad que yo quiero.
El condenado burro ya por fin comienza a andar. Al principio, el muy muérgano va pa’donde dice él y como dice él. Trato de halar la rienda, pero nada; el muy condenado se queda allí paradote y lo que hace es rebuznar y seguir empeñado en hacer lo que él quiere.
Después de varios insultos, y viendo que el animal no responde a mis intenciones (sí, suena medio mal, pero no es lo que creen) , vencida dejo que sea él quien me muestre el camino….Sorpresa!!!!!! el carajo ya ha pasado por allí varias veces, y ya sabe qué debe y qué no debe hacer. Él va a trote lento, pero con rumbo fijo.
Hacia adelante veo colinas enormes, pero cuando volteo a ver las que ya he superado, me doy cuenta que no son tampoco taaan altas. Es como el email ese de las ilusiones ópticas: si ves de aquí pa’llá se ve más grande la vaina, pero de allá pa’cá es más pequeña. Yo desconozco aún la distancia que me falta por recorrer, pero veo pa’trás y me doy cuenta de todo lo que he andado hasta ahora.
Con lágrimas en los ojos veo la sabana que dejé atrás. A veces, las mismas lágrimas no me dejan ver los prados que tengo por delante, pero el bendito burro sigue allí, rebvuznandito de vez en cuando y apresurando el paso, como para hacer que que pueda ver más claro el horizonte.
Poco a poco, voy superando obstáculos y voy logrando pequeños triunfos. A pesar de las vicisitudes, a medida que pasa el tiempo, me voy convenciendo que ese “Me voy pa’l carajo” de hace algunas entradas, está dando sus frutos.
Aún no he llegado a la parcela de mis sueños, pero definitivamente, estoy más cerca de ella que hace un par de meses.
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lunes, 20 de julio de 2009
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